Brockmans /
El gin tonic perfecto: Perfect Serve de Brockmans
Una auténtica peregrinación por los sabores hasta dar con la clave que hace que una ginebra brille con luz propia en una copa. Para paladares menos entrenados o hedonistas impacientes, nada como contar con la clave sin necesidad de buscarla. Un ritual único que se disfruta tanto como el propio gin tonic.
El rito comienza enfriando la copa: un proceso sencillo para el que sólo necesitaremos llenarla de hielos y, una vez refrigerado el cristal, escurrir el agua. Tomarse su tiempo en este primer paso, moviendo en círculos la copa para enfriarla de manera uniforme, es fundamental para el serve.
Un serve en el que la medida perfecta de ginebra, 50 mililitros, nos asegurará la cantidad necesaria de sabor en la copa. Una cantidad en la que reside la personalidad de nuestro gin tonic.
La elección de la tónica es igual de importante que utilizar la cantidad correcta de ginebra, ya que determinará que podamos disfrutar del combinado. No todas las tónicas son iguales y conocer sus características nos permite elegir la más adecuada para cada ginebra. Si Brockmans es la protagonista de nuestra copa, la elección es sencilla: Original Heritage de Schweppes, una tónica Premium con una burbuja fina y elegante, o Fever-Tree redondearán nuestro gin tonic.
Para acabar nuestro serve, no podemos olvidar la decoración. Elegir correctamente con qué acompañarla puede ser un aliado para el paladar, ayudando a matizar sabores o simplemente recordándonos que existen. Para lo primero, para saborear los cítricos presentes en la cuidada selección de botánicos de Brockmans, el compañero de nuestro Perfect Serve ha de ser un twist de pomelo rosa. Una manera de despertar la intensidad de ese carácter cítrico que aportan a Brockmans la presencia de cáscaras de naranja y limón en su receta.
Y, para recordar ese carácter Like No Other de su mezcla botánica, nada como decorar el gin tonic con dos arándanos azules. No aportan sabor a la copa pero sí redondean la decoración de una ginebra en la que éstos, junto con las moras negras, aportan esa personalidad tan singular de Brockmans.
Y una vez elaborado con mimo, sólo queda disfrutar de la caricia de un buen gin tonic.