Inspiración /
La biografía desconocida de Robert De Niro
“No diga cine, diga De Niro”, que diría Joaquín Reyes. Y tendría razón. Sobre todo a partir de la década de los años setenta, con la que llegó la “nueva ola americana”, una forma rompedora de entender el cine y llevada a la práctica por un puñado de directores que se han convertido en auténticos mitos: Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Brian De Palma, Dennis Hopper, Michael Cimino, Ridley Scott, Robert Zemeckis, Steven Spielberg, George Lucas… Una lista impresionante de talentosos realizadores que pusieron sus ojos en Europa, teniendo más presente, a la hora de concebir sus películas, el cine de Truffaut o Godard que el producido en los grandes estudios durante la época dorada de Hollywood.
Si tuviésemos que encargarle a alguien la labor de prestar su cara para definir esa revolución cinematográfica, nuestra apuesta sería Robert De Niro.
El nombre está claro. Lo realmente difícil sería elegir el fotograma. Quedarnos con una sola imagen de Robert De Niro. Quedarnos con uno solo de los grandes personajes que ha interpretado. O mejor dicho, encarnado. Y es que De Niro se ha convertido en un referente indiscutible en el mundo de la interpretación. Un actor de los que se dice “de Método”. Se refiere la expresión al sistema Stanislavski, en el que el actor debe ser capaz de desdoblar su personalidad. Primero, entendiendo a la persona que hay detrás del personaje a través de un exhaustivo estudio; y después, aplicando su universo emocional personal, el del propio actor, al ejercicio interpretativo. Y en esto, Robert De Niro ha llegado a alcanzar altas cotas de maestría. Más que encarnar a un personaje, De Niro, en su mejor momento, los poseía. O mejor dicho, se dejaba poseer por las almas de esos personajes.
¿Con cuál de ellos quedarnos? ¿Es posible quedarse con uno solo de los papeles que ha interpretado Robert De Niro? No es posible. No podemos elegir entre Travis Bickle en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) y Jake LaMotta en Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980); no podemos elegir entre cualquiera de los anteriores personajes y el del joven Vito Corleone en El Padrino II (Francis Ford Coppola, 1974). Novecento (Bernardo Bertolucci, 1976), El cazador (Michael Cimino, 1978), Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984), Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990), El cabo del miedo (Martin Scorsese, 1991), Casino (Martin Scorsese, 1995)… Es realmente complicado encontrar actores con tantos títulos, tan icónicos para la historia del cine y en los que su trabajo sea tan destacable. Solo por eso, Robert De Niro se merece estar entre los mejores. Y, por qué no decirlo, se merece también que no tengamos en cuenta sus últimas películas.
Y, a pesar de ser todo un icono viviente del cine, sigue siendo un personaje misterioso para el gran público. Tanto es así, que en algunos círculos se le conoce como “el rey de las sombras”. En 2014 salió a la luz De Niro: A life. Se trata de una biografía no autorizada del autor, escrita por el escritor y crítico cinematográfico Shawn Levy. Una biografía no exenta de cotilleos sobre adicciones y escarceos amorosos. Sin embargo, De Niro seguirá siendo a los ojos de la historia un personaje enigmático.
Nació en Greenwich Village, en Nueva York, en 1943, siendo hijo único de un matrimonio de artistas: Robert De Niro Senior y Virginia Holton Admiral. Su padre era pintor y escultor; y su madre pintora y poetisa. Sus padres se divorciaron a los tres años de nacer De Niro, y este acabó viviendo con su madre entre Greenwich Village y Little Italy, en Manhattan, aunque veía a su padre asiduamente. Más tarde, según dijo una vez el propio De Niro, su padre abandonó a su madre cuando él tenía 12 años, al parecer, debido a que era homosexual. De su padre heredó, según parece, su capacidad de concentración y meticulosidad en su trabajo, que llegaba, tal y como afirman quienes han trabajado con él, a límites obsesivos. Algunos directores y compañeros llegaron incluso a preocuparse por su salud física y mental, por la forma de entregarse de De Niro a la preparación de sus personajes.
Es realmente impresionante ver, por ejemplo, cómo fue capaz de adaptar su aspecto físico para representar el papel de Jake LaMotta y mostrar la transformación del antes y el después del personaje. Primero, entrenó durante meses para boxear como LaMotta. De hecho llegó a entrenarse con el mismísimo Jake LaMotta. Consiguió parecerse físicamente al boxeador cuando este era campeón del mundo y, posteriormente, engordó casi 30 kilos atiborrándose a pasta y helado para interpretar el declive de LaMotta. Y todo ello, en el tiempo de un rodaje. Una temeridad que llevó a plantearse a Scorsese si debía paralizar la filmación por miedo a que la salud de De Niro le llevase al colapso.
De la misma manera, Robert De Niro ensayó durante interminables horas y aprendió a tocar el saxofón para hacer el papel del músico Jimmy Doyle en New York, New York (Martin Scorsese, 1977); o ejerció como taxista nocturno durante un mes como parte de la preparación de Taxi Driver.
De Niro ha sido un actor total. Más allá de los cotilleos o de sus últimos trabajos, está claro que ha sido uno de los más grandes actores que nos ha regalado el cine. Así lo reconoció el mismísimo Marlon Brando, para muchos el mejor actor de la historia, quien en cierta ocasión dijo de Robert De Niro: “Dudo si realmente sabe lo bueno que es.” También se lo ha reconocido la Academia con dos premios Óscar. Uno por Toro salvaje y otro por El Padrino II, dándose la casualidad además, en el caso de El padrino de ser la primera vez que dos actores diferentes obtienen un Óscar por interpretar al mismo personaje: el joven Vito de De Niro, junto al Don Vito Corleone de Brando.
Deliberadamente misterioso (quizá también haya tenido a Brando como modelo en ese aspecto), Robert De Niro ha sido especialmente celoso de su vida privada. Reacio a las entrevistas y a relacionarse con los medios de comunicación. Consciente de que para alcanzar la gloria como actor, el actor debe eliminar su ego. Sacudir la personalidad propia de la mente del espectador, para ser recordado por la personalidad de los personajes interpretados.
“No diga De Niro, diga Like No Other.”