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El lado más surrealista de París

París siempre es un excelente plan. La capital francesa siempre depara al visitante mil y un planes. La ciudad no se agota: uno puede perderse en sus museos, visitar sus tiendas de lujo, pasear por sus grandes bulevares, merendar unos ricos macarons de todos los colores… París siempre es una experiencia de lujo. Pero al mismo tiempo, la “Ciudad de la Luz” se despereza de sus grandes galones y de su gusto exquisito dejándose tentar por las ideas más extravagantes del planeta. Ideas surrealistas. Objetos surrealistas. No olvidemos que París es la ciudad surrealista por excelencia, aquella que André Breton y sus acólitos eligieron para epatar al mundo.

Hablemos pues de surrealismo. Ese arma poética que dominó culturalmente gran parte del siglo XX. El museo más especial de todo París, el laberíntico Centro Pompidou, el primer edificio del llamado estilo high-tech, acoge hasta el próximo 3 de marzo la exposición “El surrealismo y el objeto”, una divertida muestra para (re)conocer el contacto constante entre los objetos y el inconsciente humano.

La muestra, con más de 200 obras, es una exquisita puesta en escena, divertida y atrevida, seductora y, en ocasiones, epatante que recomendamos a todos nuestros lectores. Cuando uno esté casando de la vorágine de la ciudad, el Pompidou es un buen refugio, no sólo por sus exposiciones temporales o su colección permanente, sino también por sus bellas vistas y el restaurante Le Georges en su sexta planta.

La muestra destaca por su elegante puesta en escena.

Para el comisario de la muestra la premisa está clara, nada mejor que los objetos para que los artistas den rienda suelta a sus impulsos surrealistas. Y de esta manera, adoctrinados por Breton y los primeros surrealistas, escultores, pintores, artistas y performers, entre otros, dieron rienda suelta a sus impulsos primigenios, sin cortapisas. A partir de 1927 nació el objeto surrealista, un objeto absurdo, sin ningún tipo de utilidad más que para servir a la poesía y a la imaginación; objetos que luchaban contra las reglas del mercado.

Y así, entre las distintas salas que conforman esta muestra –perfectamente ideadas e iluminadas, como pudimos comprobar no hace mucho-, nos topamos con obras de Giacometti, de Man Ray y Salvador Dalí, algunas piezas de Pablo Picasso, de Marcel Duchamp, de Hans Bellmer, de Joan Miró o Jean Arp. Curiosamente, como muestra de las artes visuales, ocultando esta vez a Buñuel quizá por su carácter omnipresente, es destacable citar la proyección de una secuencia de “Tamaño natural”, la película más fetichista de Luis García Berlanga.

Y es que si París es la ciudad del Moulin Rouge, de los cabarets y la vida bohemia –pregúntenselo a Tolouse-Lautrec-, esta muestra indaga en los dominios del sexo y de la provocación. Gran parte de la obra surrealista se pregunta acerca de los clichés sexuales, indaga en lo masculino y en lo femenino –mucho más en esto último-, y, en ocasiones, se pone hasta un puntito escatológica. ¿No era el surrealismo dar rienda suelta a todos nuestros sueños?

Miró, otro de los artistas españoles que destacan en la exposición.

Atención, por cierto, a toda la obra generada a partir de maniquíes, una práctica muy constante entre los surrealistas a partir de un determinado momento.

Ya lo dijo Jean Cocteau, otro francés universal y provocador: “En París, todo el mundo quiere ser un actor; nadie se contenta con ser espectador”. Y aquí hasta los objetos quieren cobrar vida, inventarse un nuevo uso por obra y gracia de los surrealistas. El Pompidou vuelve a acertar. El Surrealismo nos vigila con un ojo abierto y otro cerrado.

Fotos| Publimetro, LaRepublica.ec, Trendenciaslifestyle