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La noche que Barcelona honró a “la Gauche Divine”
Artistas, intelectuales y cineastas solo fueron la punta del iceberg de uno de los movimientos contraculturales más singulares de nuestra historia moderna. Una corriente que inundó en 1967 una Barcelona que, de su mano, se colocó en el mapa internacional de la vanguardia. Con motivo de su 50 aniversario, Barcelona Shopping Night ha rendido tributo a quienes transformaron la subversión en genialidad.
Es difícil imaginar cómo, en los albores de los años 70, un grupo de artistas e intelectuales fue capaz de romper con lo establecido. Con el firme propósito de transformar su realidad nació una Gauche Divine que, inspirada por los movimientos sociales franceses, puso patas arriba el entonces encorsetado mundo cultural español. Un movimiento dispuesto a levantar ampollas en la estricta sociedad de la época, que miraba con malos ojos a quienes parecían contar con un excedente de creatividad.
Con la mini falda como emblema de la liberación femenina comenzó una de las revoluciones más singulares de la historia de nuestra cultura. Una que tenía por santo y seña cambiar por completo el prisma de las cosas. Desde su capacidad para convertir el fotoperiodismo en obra artística a la indagación en nuevas estructuras que vinieran a cambiar el horizonte arquitectónico de Barcelona, si algo se le puede reconocer a este movimiento fue su capacidad de crear vanguardia.
Un movimiento pluridisciplinar que dejó su huella tanto en enigmáticas películas como en una auténtica reforma social que marcó a toda una generación. Un auténtico terremoto que sacudió los cimientos y las mentes de quienes, entonces, descubrieron otra manera de vivir y, todavía hoy, conservan en gran medida parte de la herencia de aquella época.
Y es que este ambiente de rebeldía convivía con la liberación sexual que promulgaba, los estampados geométricos que marcaron su estética, el terciopelo rojo de sus locales y un punto de esa Dolce Vita italiana que invitaba a disfrutar de la vida sin cortapisas.
Una generación de mentes cosmopolitas, amantes de las sensaciones, que encontraron en la noche ese hábitat natural necesario para vivir y crear.
EL PALAU ROBERT FUE CADAQUÉS POR UNA NOCHE
Como icono que fue de este movimiento contracultural, Cadaqués no podía faltar en una noche que pretendía homenajear a esos años en los que una moderna Barcelona cautivó al resto de España y al mundo hispanoamericano, empezando por el mismísimo Gabriel García Márquez. Un auténtico homenaje a una ciudad en la que la libertad y la vanguardia iban de la mano, creando un oasis desconocido para la España de la época en la que convivían las mini faldas con las corbatas femeninas.
Haciendo ese mismo juego de pasado y mañana, el Palau Robert se transformó por una noche en ese municipio costero de Girona que durante unos pocos años parecía el epicentro del mundo. Una fiesta exclusiva que invitaba a dejarse llevar por la atmósfera de una época en la que rebelarse contra lo establecido formaba parte de la identidad y la manera de vivir de un colectivo irrepetible en el mundo de la cultura.
Y a pesar del clasicismo con el que fue construido, el Palau fue por una noche el sueño de aquellas noches de verano costeras que eran, mucho más que ocio, hervideros de mentes críticas y libres. Un espacio para saborear, ya fuera con esmoquin o con tachuelas, nuestro Perfect Serve en un auténtico guiño simbólico: igual que la Gauche Divine vino a sacudir el mundo de la cultura española, Brockmans lo hizo en el mundo de la ginebra con una propuesta novedosa y original que puede reconocerse en el primer trago.
Y así, entre especies urbanas de todos los estilos, pusimos sabor a una noche en la que sobrevolaban las inolvidables imágenes de Colita o Pomés, dos fotógrafos emblema de la Gauche; el ambiente irreverente del mítico Bocaccio, la voz de Serrat con sus letras libertarias, y el legado de todos los que contribuyeron a hacer de un movimiento cultural un auténtico hito en nuestra historia.
Una forma de honrar, con un twist de pomelo rosa y dos arándanos, a quienes convirtieron lo que fue prejuzgado como frivolidad en una manera única de poner un punto y aparte en la historia.