Brockmans /
La magia de los Speakeasy
Secreto: lo que cuidadosamente se tiene reservado y oculto. ¿Tienes alguno? Seguro que sí. Los hay por todas partes. Las personas, las ciudades, los bios más in y más exclusivos, los rincones más apartados… hay secretos por todas partes.
La noche alberga locales, conocidos como ‘Speakeasy’ a los que no es fácil llegar. Por eso son tan atractivos. ¿A que te apetece conocer los secretos mejor guardados? Sin embargo, al ser secretos, no todo el mundo tiene acceso a ellos. Son lugares restringidos, a los que a menudo tienes que llegar de la mano de alguien que, en voz baja, te hable de ellos o te conduzca amablemente hasta la misma puerta que, de otra forma, seguramente no podrías encontrar.
Un local así, incluso sin quererlo, llama la atención del público. Los primeros “speakeasy” eran establecimientos que vendían bebidas alcohólicas al margen de la ley, durante el tiempo conocido como Prohibición o Ley Seca. En 1920 quedaron prohibidas la manufactura, venta, transporte, importación y exportación de licores para ser usados como bebida en los Estados Unidos y en todo territorio sometido a su jurisdicción. La enmienda fue derogada en 1933. En los años de prohibición, los Speakease florecieron en las sombras.
En Estados Unidos la prohibición provocó un auge considerable del crimen organizado. Un buen ejemplo de esto fueron Al Capone (inspiración de infinidad de películas, tales como “Los intocables”) u otros jefes mafiosos estadounidenses. Capone tenía distintas salas de juegos y bares clandestinos de los que se dice que obtuvo unas ganancias de 100 millones de dólares.
En estos locales la venta de alcohol pasaba de la ilegal al morbo de la clandestinidad. Hoy en día, se vuelve a usar este término ya que los locales de este estilo, exclusivos y escondidos, se han puesto de moda.
Se dice que la palabra “Speakeasy” viene de la forma en la que los clientes pedían sus bebidas alcohólicas sin levantar sospechas: los camareros sugerían a su clientla habitual que “hablasen bajo” (en inglés, “speak easy”). Bastaba con susurrar hábilmente una petición tan especial para que los camareros pudiesen atenderles sin levantar las sospechas de los oficiales gubernamentales estuvieran escuchando.
El buen camuflaje es una cualidad fundamental de estos locales clandestinos. En un almacén, una trastienda, o tras la pared más insospechada de un negocio tan inocente como una tintorería, o una simple e inocua tienda de zumos, pronunciando en el momento preciso, a la persona adecuada, la contraseña correcta, se abren las puertas a mundos de placeres. Ya estás dentro. Dentro, se respira libertad para beber, bailar, apostar, jugar y divertirse con personas selectas que siguen tus propias reglas: ninguna.
Tan solo una norma: no llamar la atención de la policía ni de los vecinos. En los años 20 estos bares conseguían alcohol de mala calidad, por lo que era frecuente que muchas personas sufrieran intoxicaciones. En Nueva York, de hecho, llegaron a morir 47 a causa de la baja calidad de los licores.
Hoy en día, los bares clandestinos son distintos, aunque muchos guardan la estética de los años del swing -conservando la tentadora música de la época y llegando a lucir la misma moda-. Hoy, esta tendencia retro se mezcla con el ‘art noveau’, rasgos post-modernistas e incluso barrocos.
Puedes encontrar distintas combinaciones de estilos… si te atreves a entrar en ellos, claro.
Fotos: locallookingglass | wallyg | marieboon