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Méliès: el mago que se enamoró del cine.

Cuando el 3D está omnipresente en todas nuestras carteleras –con mayor o menor fortuna-, nos deslumbra, una vez más, el nombre de Georges Méliès. Este parisino, nacido en 1861, de familia proveniente de la industria del calzado, decidió un buen día dedicarse a la magia, al ilusionismo, y de esta manera dejarnos un legado único, brillante y fabulador. Sus inicios se relacionan con el teatro, con los espectáculos de varietés, pero siendo un hombre de su época encontró el arma exacta, el invento que deslumbraría a todo el mundo: el cinematógrafo.

La completa exposición que le dedica ahora el espacio CaixaForum de Madrid al legendario artista francés es de las que no puedes -ni debes- perderte. Todo amante del cine, y por extensión de la ilusión, todos aquellos que siguen creyendo en los cuentos o que conocen la capacidad mágica de las sombras, tienen que ir derechitos a “Georges Méliès. La magia del cine”. Una exposición completa, antológica, que estará abierta hasta el próximo 8 de diciembre, y que no sólo cuenta con excelentes ejemplos de aquellos primeros inventos del cine, sino que también se complementa con conferencias acerca del director, proyecciones de sus obras y hasta un concierto que pretende dotar de música a sus imágenes.

Asegura la historia que Méliès acudió a aquella primera proyección cinematográfica que los hermanos Lumière celebraron una noche de diciembre en París. Corría el año 1895. Nuestro protagonista quedó atrapado por las imágenes en movimiento, el poder ilusorio del cine fue más fuerte que cualquier truco de magia. Méliès se hizo con un cinematógrafo por cuenta propia –los Lumière nunca se lo quisieron vender-, y desde ese momento comenzó su apasionante idilio con el séptimo arte.

De su chistera saltaron cientos de películas pioneras que se movían entre la fantasía y la ciencia-ficción: fotogramas coloreados, personajes estrafalarios y monstruos saltarines, decorados y puestas en escena capaces de alimentar los sueños de los (recién captados) espectadores… Méliès se convirtió, de la noche a la mañana, con mucho talento y trabajo, en uno de los padres de la narrativa cinematográfica. Un nuevo lenguaje comenzaba a andar.

El visitante de la exposición podrá disfrutar de las creaciones de un genio que supo ver en el cine el catalizador de los sueños de la nueva era moderna. Trucos, apuntes, mecanismos para conseguir que la ficción fuese más redonda…; Méliès distribuyó sus trabajos por medio mundo, antes de que Hollywood ni siquiera fuese un proyecto. Su influencia, una vez fallecido y tras ser reivindicado con fuerza por otros realizadores, es hoy en día aplastante: no podemos entender el cine como entretenimiento sin su presencia.

A destacar de este encuentro con el mago francés todo lo relativo a una de sus grandes producciones, “Viaje a la luna” (1902), una película de unos 14 minutos que narra la llegada del hombre a la luna. Olvídense de nuestra verdadera y sosa llegada al satélite, aquí Méliès se pone las gafas de una especie de Julio Verne cinematográfico y nos presenta un filme mágico en su estructura,  cautivador en su puesta en escena, con una de las primeras representaciones de extraterrestres en el cine, por no decir la primera. En la exposición podrán descubrir parte de los secretos de esta película, así como admirar bocetos de la misma y el vestuario que usaron algunos de los actores que participaron en ella.

Con todo esto, no es extraño pues que Georges Méliès siga provocando, a partes iguales, admiración, ternura y reconocimiento.

Foto | Espacio Madrid