Brockmans /

Cock, la coctelería de Madrid

Aún hay vida elegante en las inmediaciones de la Gran Vía madrileña. Exactamente en el número 16 de la Calle de la Reina. Un antiguo palacete acoge en sus bajos una de las coctelerías más antiguas de Madrid: Bar Cock. Un gallo espléndido y azul dibujado en su persiana, cristales esmerilados para no saber nunca lo que ocurre dentro, altos techos, ambiente decadente, un cuidado servicio de bebidas, ciertamente aquí la música está presente para acompañar el alma… y los tragos.

El Cock, parece ser, data de 1921, de cuando Perico Chicote aún no había abierto las puertas de su famoso bar. El ilustre barman lo regentó durante un tiempo convirtiéndolo ya por entonces en un refugio casi de lujo donde aristócratas venidos a menos, artistas, escritores y canallas se encontraban. Pasados bien los años, caídas muchas hojas de calendarios, el Cock sigue perenne en la noche madrileña ya con otros dueños que apenas han querido cambiar su espíritu.

Con cierta estética de club inglés, al Cock entrarás si cumples las normas que su portero considere oportunas. No es cierto que todo el mundo entra, no lo es. Aquí, el que suscribe esto, se ha visto en la calle babeando por un perfecto gin tonic en la calurosa noche madrileña por acudir con pinta de guiri despistado y deportivas revienta-pistas. A un bar con la solera como el Cock hay que acudir creyéndoselo: es la mejor manera de sentirse especial. Luego uno se pide un cóctel de buena elaboración –pongamos, por ejemplo, un Brockmans con un toque cítrico-, y pega la oreja a la conversación de al lado: el último premio Goncourt, Agustín Díaz Yanes hablando de toros, el acierto del columnista de turno o vaya usted a saber…

Los fines de semana, eso sí, la clientela es mayor, difícil será que encuentres mesa. Recomendable es, por tanto, acudir por las tardes o las noches de entre semana. La carta de cócteles, además, se completa con otros preparados que también son habituales entre la clientela, o directamente pedirle al barman algunas sugerencias que se encuentren fuera de carta.

La experiencia se completa con una colección divertida de diversos gallos pintados por célebres personajes que por allí han sido frecuentes sus visitas. Como es vox populi por allí se paseó continuamente el pintor Francis Bacon para ahogar sus penas, brindar por las pinturas de El Prado y convidar a sus amores. Lo resumió perfectamente el último dandy que hubo en Madrid, Jorge Berlanga: “El Cock es algo más que una búsqueda postrera del alma, es el último refugio espirituoso de Madrid”. Amén.