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Evolución de la gastrococtelería, mucho más que una tendencia
Cuestión de evolución, de ir un paso más allá. Ese es el motor que movió, hace algo más de una década, a la gastronomía española a innovar en su ejecución buscando la excelencia. Una revolución que comenzó con la adopción de nuevas técnicas, y se complementó con el uso de ingredientes hasta entonces desconocidos. Al rebufo de esa revolución culinaria, esas ganas de ir más allá llegaron también al mundo de la coctelería. Un formato, la gastrococtelería, que a priori suponía un auténtico lienzo en blanco para despertar la creatividad. Una singular manera de integrar en una copa ingredientes poco habituales en ella.
Este boom gastronómico aplicado a la coctelería no ha hecho más que crecer a lo largo de los últimos años. De la misma manera que la gastronomía española subió un peldaño con la innovación, la coctelería ha ido a la par. Y es que, lejos de competir con la cocina, ha sabido ir de su mano para aprovechar muchas de las técnicas que imperan en ella.
Hoy ya es habitual ver en las barras herramientas y elementos que, hasta hace unos pocos años, podrían parecer de ciencia ficción. Sifones para crear espumas, sopletes para tostar, siropes elaborados artesanalmente o hielo seco para envolver de magia los cócteles son parte de la herencia de esa gastrococtelería que llegó para quedarse.
Pero más allá de estos detalles, la gastrococtelería tiene en su haber dos logros únicos. Para el consumidor, el de mirar de otra manera un cóctel o vivir una experiencia plena de sabor. Para el mixólogo, el de elevar su receta a una dimensión más allá del simple combinado.
Una forma, también, de elevar la coctelería al lugar que le pertenece.
LA REVOLUCIÓN DE LA GASTROCOCTELERÍA EN LAS BARRAS
El peso de la gastrococtelería en nuestras barras se deja ver hoy más que nunca. No solo por el buen número de recetas que atestiguan lo que era una tendencia. También por el ahínco con el que los profesionales buscan, experimentan y crean.
Gracias a la gastrococtelería, se ha roto una de las máximas de la barra. La de creer que, cuando un destilado es de buena calidad, crear cócteles con él está de más. Un estilo que imperó durante mucho tiempo en los locales de medio mundo y que se ha visto relevado por la realidad. Este cambio generacional bebe no solo de las nuevas referencias que han cambiado el mercado de los destilados. También lo hace de esa invitación a la experimentación que abrió la gastrococtelería. Una apertura que rompió los esquemas predefinidos, para demostrar que el buen olfato y el conocimiento de los productos puede hacer todavía más sublime la personalidad de un destilado en una copa.
Además de este aspecto, la gastrococtelería ha provocado que las recetas incluyan ingredientes inimaginables en una barra. Unos tan singulares como la mantequilla, que ha ganado peso ya en un buen número de recetas. Y no es la única. Tomate, guindillas exóticas, especias de potencia aromática como el curry, aceites o el mismísimo tomillo, un clásico de la gastronomía mediterránea, forman parte de las copas con total normalidad. Una presencia fomentada, en gran medida, por ese juego a caballo entre la cocina y la barra al que invita la gastrococtelería.
Y hacemos referencia a este carácter dual porque la gastrococtelería ha cambiado la manera de concebir una copa. Al igual que en la gastronomía, se cuida al milímetro su mise en place y todos los elementos que intervienen en ella, como la cristalería. Pero, además, los cócteles ya no están solos. En muchas creaciones, experimentarlas pasa por comer el bocado que los acompaña.
El complemento perfecto, en muchas ocasiones, para acabar de redondear un sabor.
LA GASTROCOCTELERÍA, LA PUERTA HACIA EL NUEVO MARIDAJE
El desarrollo de la gastrococtelería es tal que ha logrado cambiar, también, el hábitat natural del cóctel. Un combinado reservado hasta hace unos años para barras de bar o mesas tranquilas. Sin embargo, su fusión con la gastronomía ha provocado su conquista de otros espacios tan singulares como las mesas.
Sí, las mesas. Y es que una de las lecturas de la gastrococtelería es la de ser compañera fiel de creaciones culinarias. Cócteles creados ad hoc para maridar determinados platos. Para jugar con sus sabores y matices en un terreno que, hasta hace pocos años, era territorio casi exclusivo del vino.
Una oferta que busca, fundamentalmente, hacer de la gastronomía una experiencia plena. Una en la que los cócteles no son meros invitados a los postres, sino parte de cada plato. Una apuesta que vendría a reforzar ese término asociado a la coctelería de gastronomía líquida que defienden bartenders como Jorge Oliva y Borja Cortina en la coctelería Varsovia de Gijón.
Y es que ese tándem entre gastronomía y coctelería ya cuenta con buenos referentes que dan fe de su éxito. Una fórmula que busca crear cócteles específicos para redondear la experiencia de cada cliente.
Una forma perfecta de adaptar los sabores de la copa a los gustos del plato. Una pareja perfecta para disfrutar todavía más de sus sabores.